"Si no quieres perderte en el olvido tan pronto como estés muerto y enterrado,escribe cosas dignas de leerse, o mejor aún, haz cosas dignas de escribirse... - Benjamin Franklin


jueves, 18 de marzo de 2010

CINCO MOÑITOS

Cinco moñitos. Dos a los lados y tres en el centro. Los jalones y la vaselina eran parte de la ceremonia matutina en la que mi madre domaba aquellos cabellitos crespos y vírgenes, ajenos aun  al peine, la tenaza y el desrizado…Entonces, con pantalones marrones y camiseta amarrilla, mochila a la espalda, junto a mi hermana, caminaba más de un kilómetro desde mi hogar hasta la esquina de las avenidas Independencia con Circunvalación, a esperar uno de los autobuses procedentes de los ingenios, pues todos coincidían en este punto de la ruta. Porvenir, Santa Fe y Consuelo…al llegar a nuestra parada, usualmente ya “La guagua” venía totalmente repleta con chicos y chicas en diferentes uniformes. El recorrido incluía paradas para dejar estudiantes en el Cristo Rey y en el San Pedro; Para cuando nos deteniamos frente al Colegio San Esteban, ya estábamos cómodamente sentados, incluso eligiendo el asiento.

Llegábamos apenas a tiempo de soltar los bultos en el aula, para hacer la fila, y con Doña Provi, la directora, frente a nosotros formados por cursos, izar la bandera, cantar el himno nacional y algún otro canto alusivo a la escuela o a la patria.

Como a todo niño me gustaba el recreo. Corría para llegar primero a donde “Barba” el vendedor de "Yun Yun", que se instalaba debajo de un frondoso flamboyán con su triciclo y por pocos centavos nos proveía de un delicioso refresco del sabor y color de nuestra elección, con el hielo “cepillado” que le daba un estilo “frozen”.

Y si tenía unos centavos extras, entonces también compraba un “chulito” una deliciosa fritura hecha con puré de yuca rellena de queso o de carne. La señora que vendía esto nunca entró a colegio. Se paraba en la acera y la transacción de realizaba a través de los huequitos de la vaya ciclónica que rodeaba el plantel.

Mis años de escuela en alguna medida fueron distintos a los que viven los niños de hoy. Un ambiente sin amenazas, horas de estudio rigurosas y maestros que eran casi padres para uno...
Termina la jornada de la mañana y escuchamos el aviso de que “las guaguas” están esperándonos. Esta vez seremos los primeros en abordar.  Corremos para emprender el regreso a casa una vez más.

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