La bondad en acción supera los sacrificios personales que pueda implicar. Hace poco, en un accidente muy lamentable que costó la vida a 11 personas, un autobús de transporte público se precipitó al mar Caribe en la costa de la capital dominicana. Un hombre que llegó al lugar de la tragedia en motocicleta, no dudó en lanzarse al mar para rescatar algunas personas. A riesgo de su propia vida, emergió de las aguas sosteniendo a una persona a quien salvó de la muerte. Al subir a tierra firme, le informaron que en medio del gentío le habían robado su motocicleta. ¿y sabes qué hizo? Créeme, con determinación volvió al agua y rescató a otra persona.
El Señor Jesucristo mostró misericordia para con todos. Los evangelios cuentan que él recorría las aldeas y comunidades, y al ver las multitudes, “sentía compasión de ellas porque estaban desamparadas y dispersas como ovejas sin pastor.” Podemos imitar su compasión y amor. ¿Tenemos nosotros un corazón de pastor? ¿Estamos preocupados al ver la gente desvalida y angustiada? Cristo se acercaba a los mendigos, a los no videntes, a los desahuciados de la sociedad, sin repugnancia. Hoy día muchas veces somos groseros o indiferentes con estas personas, las consideramos un estorbo, una molestia. Y nos decimos: “hay muchos farsantes, sinvergüenzas engañadores, supuestos discapacitados, supuestos mendigos”. Es absolutamente cierto, pero no permitamos que esto nos haga cerrar los ojos y el corazón a los casos de verdadera necesidad, que ¡Hay muchos!
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