"Si no quieres perderte en el olvido tan pronto como estés muerto y enterrado,escribe cosas dignas de leerse, o mejor aún, haz cosas dignas de escribirse... - Benjamin Franklin


lunes, 29 de marzo de 2010

REFLEXION PARA UNA SEMANA ESPECIAL

Por Rafael Danilo Grullón (sí,  el abuelísimo)

Las acciones y las relaciones entre los seres humanos, están normadas por actitudes que hacen posible la vida en comunidad. El esfuerzo hacia la consecución de un “estado de derecho”, o en el menor de los casos, la mera “coexistencia pacífica”, nace precisamente del esfuerzo individual o colectivo para hacer viable una vida gregaria saludable. La interrelación comunitaria hace posible que seres humanos de disímiles actitudes de convivencia, puedan precisamente convivir, o coexistir.
Al reflexionar de frente al choque de las emociones que motorizan las ideas contrapuestas, nos vemos ante una gama de actitudes que retratan: a) el déficit espiritual de seres en particular, y que se manifiesta en una vida egoísta y carente, incluso, de compasión; o, b) el ejercicio de un comportamiento, sea innato o inducido, que tiene como premisa  el servicio a los demás. Entre estos dos polos existen posiciones variables que se mueven pendularmente de acuerdo a las circunstancias.
En esencia, y sobre la reflexión anterior, las gentes se comportan sobre la base de los siguientes patrones:

1.-  Actúan por OBLIGACION.
Fuerzas coercitivas humanas, o del entorno físico (naturaleza), obligan a la persona a caminar o interactuar en cierta dirección, sin apelación de ninguna especie, so pena de pagar las consecuencias, que pudiera aun implicar la existencia misma. Un tsunami no pregunta ni pide permiso, simplemente arrolla todo a su paso. Una dictadura, al estilo de Pinochet o Trujillo, por ejemplo, te impone las reglas del juego, sin “peros que valgan”. Los afectados por la fuerza avasallante de ambos ejemplos, simplemente tienen que plegarse a sus designios. Tienen que vivir sus vidas sabiendo que no tienen opciones. Están OBLIGADOS, aunque sea de manera temporal, a obedecer.

2.-  Por CONVENIENCIA.
En este caso, los individuos siguen patrones de comportamiento específico, cuando saben que pueden recibir retribuciones o ser premiados. Hoy en día, el ejercicio político es alimentado casi exclusivamente por esta praxis. Incluso, las actividades comerciales, y hasta muchas de orden social, se guarecen bajo la sombrilla de la CONVENIENCIA. Es decir, “no es por el bien común” que hago o procedo de tal o cual manera, o que llegue incluso a realizar inversiones hacia el aparente bien común, sino porque conviene a mis intereses, en el sentido de que me reditúa beneficios personales.

3.-  Por DEBER.
No se concibe un mundo en que “el deber y los derechos” no tracen las líneas de comportamiento de los individuos. Es decir, si las personas quieren reclamar “sus derechos” deben cumplir requisitos que han tomado forma de leyes escritas a través de siglos y milenios. Supuestamente las leyes nos  protegen o benefician, pero tenemos “el deber” de cumplir con tales normativas. En el plano personal y dentro del orden de las emociones, el individuo es enseñado a que tiene deberes con su familia, tanto ascendientes como descendientes; tiene deberes con su comunidad, con su prójimo; todo esto al margen de que este prójimo (vecino, por ejemplo), o compañero de trabajo, se percate de nuestra actitud solidaria, y quizás no nos pague con la misma moneda. Por supuesto, en la ley de “causa y efecto”, la costumbre lógica es, no estar en deuda con los que nos tratan mal, nos rechazan, o nos antagonizan.

4.- Por GRATITUD.
Alguien dijo que: “la gratitud es una flor que florece sólo en terrenos privilegiados, y que penosamente, no abunda”. En lo general las gentes  no son agradecidas. Es más, pocos se percatan  de que “nobleza obliga”, y que debemos gratitud a aquellos que de una forma o de otra nos hacen bien. Los “espíritus egoístas”, centrados en el culto al “yo”, nunca piensan que tienen que  agradecerle a nadie. Afortunadamente, una estirpe especial de personas, cuya escala de valores es dictada por una conciencia de servicio a los demás en función de alguna fe religiosa, o altruismo en su más alta expresión, actúan en esa dirección sin esperar recompensa, ni agradecimiento de parte del receptor. Pero, eso no invalida el hecho de que “hay que ser agradecidos”, como expresa San Pablo, y que el Libro sagrado, la Biblia, insiste en repetir. Es decir, es un asunto de “obligatoriedad” nacida en el terreno de la nobleza de espíritu del que es objeto de algún bien:  ser agradecido con aquel que decidió por las razones más puras, o por cualquier razón aun, compartir con nosotros parte de sus bienes, o poner sobre sí parte de nuestras cargas, haciendo suyo nuestros problemas. Es penoso, por no decir trágico, como personas que se autoproclaman creyentes y seguidores de Jesús, carezcan de un saludable sentido de la gratitud. Aunque sea común el dicho de que “en la viña del Señor hay de todo”, no es concebible, conforme a los parámetros  sagrados, que el creyente no sea agradecido, porque de ser así, estaríamos en presencia de un “híbrido” que no encajaría en el concepto cristiano, sobre el particular.   

5.-  Por MISERICORDIA.
En nuestra relación con los demás, y en especial, con los menos dotados, con los más carenciados, puede darse el caso de que se tomen actitudes como: “No es mi problema” o, que “Cada cual se defienda como pueda”.
En la vida cristiana no cabe en absoluto la falta de misericordia, o de compasión ante las necesidades o desgracias de nuestro prójimo. Jesús dijo en una ocasión a los fariseos de su tiempo: “Misericordia quiero y no sacrificios”. Nada que hagamos podrá invalidar el hecho de ser solidario con aquel  que requiere de nuestra ayuda o apoyo. Nada podrá justificar  el no acudir en pos del que sufre y brindarle nuestra mano amiga al que lo necesita. Nada podrá sustituir  el espíritu misericordioso. Cualquier elemento de religiosidad sustitutiva de la misericordia, será sólo “ruido y nada más”, como expresó el apóstol Pablo. De hecho, somos salvos de nuestros pecados y ciudadanos seguros del reino de los cielos, por la sola misericordia de Dios. Ni más ni menos. Misericordia que se hizo carne cuando el Padre decidió amarnos de tal manera, que “dio a su hijo Jesús para que muriera por nuestra salvación”.

6.- Por AMOR.
Aquí no hay mucho que añadir. Podemos pasarnos la vida filosofando o teorizando sobre el amor. Podríamos gastar mucha tinta y maltratar millones de nuestras neuronas, hablando sobre el amor Eros, el amor Filius, o el amor Ágape. San Pablo dijo en 1ra. Corintios 13: “Ahora permanecen  la FE, la Esperanza, y el AMOR,  estos tres, pero el mayor de ellos es el AMOR". Hoy en día es costumbre caricaturizar el amor; conferirle eSE título a las más bajas manifestaciones de la lujuria humana; que ni siquiera en el concepto de amor-Eros encajaría. Jesús, ese cuya pasión y muerte recordamos de manera especial en una semana como esta, fue y sigue siendo la máxima expresión del amor. Y para estar en sintonía, por lo menos, con ese amor sacrificial del Hijo de Dios, tenemos que “humillar” nuestros corazones soberbios, y reconocernos incapaces de imitar en su más mínima expresión, el amor que expresó Dios en la persona de Jesucristo. Pero, no nos desanimemos, pues ese “dulce Rabí de Galilea” como muchos le llaman, está presto a darnos una mano. Si podemos “meternos entre ceja y ceja” la síntesis que sobre el amor expuso el apóstol Pablo en Corintios, habremos dado un tremendo paso hacia el ideal de Jesús de Nazaret.

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