Jesús es indudablemente el más grande líder que el mundo ha podido ver. Dos mil años después de su muerte y resurrección, cada nación en el mundo ha sido influenciada por sus enseñanzas. Guiados por su amor y compasión, millones de sus seguidores han dado y sacrificado mucho para beneficio de otros, sin importar raza, credo o cultura. Nadie ha tocado y cambiado a la humanidad como lo hizo y continúa haciéndolo Cristo. Como cristianos aspiramos a ser como Jesús. Así que consideremos más de cerca la forma en que Jesús se comunicaba.
¿Que podemos aprender de Jesús como comunicador?
1. Jesús tenía una visión clara. Desde pequeño sabía que su causa eran “los negocios de su Padre”. ¿Cómo comunicador, tienes definida tu visión o aun vagas entre la duda y la indecisión?
2. Jesús estaba listo para sufrir con tal de lograr sus metas. El pagó el precio para cumplir su propósito. El gozo de ver a la humanidad redimida lo sostuvo mientas soportaba la cruz.
3. Jesús habla con autoridad. El discurso de Jesús era tan impactante “porque les enseñaba como quien tiene autoridad, y no como los escribas”.
“Los alguaciles respondieron: ¡Jamás hombre alguno ha hablado como este hombre!”
4. Jesús no presta atención a los status sociales. Lo hallamos tanto en la casa del rico como la del pobre. Por naturaleza Jesús era humilde, compasivo, y modesto.
5. Jesús hablaba de forma que suplía necesidades. Todo lo que Jesús decía reflejaba su profunda preocupación por aquellos con quienes se comunicaba. Era muy considerado con todo el que se le aproximaba. Conocía el corazón humano. Y su slogan, podríamos decir que era, de hecho: ¡PRIMERO LA GENTE!
LA PERLA DE GRAN PRECIO.
El amor y la compasión por la gente era el motor que movía las acciones del Señor. De ese amor hay una parábola que a veces es interpretada de otra forma.
MATEO 13: 45-46
También el reino de los cielos es semejante a un mercader que busca buenas perlas,
que habiendo hallado una perla preciosa, fue y vendió todo lo que tenía, y la compró.
También el reino de los cielos es semejante a un mercader que busca buenas perlas,
que habiendo hallado una perla preciosa, fue y vendió todo lo que tenía, y la compró.
La interpretación popular de esta parábola dice que el pecador es el mercader, y que la perla de gran precio es Cristo o la salvación. El pecador vende todo lo que tiene para comprar a Cristo. ¿Suena eso razonable?
¿Quién busca las buenas perlas?
¿Buscan los pecadores la salvación? Nuestra Biblia no dice así, ni ha sido aquella nuestra experiencia. Los pecadores no están buscando la salvación. Usualmente la rechazan y le rehúyen a Cristo. El mercader no puede ser el pecador porque no tiene nada con qué pagar. El pecador no busca a Cristo, y si lo estuviera buscando, ¿cómo pagaría? El pecador está muerto en delitos y pecados, y no tiene nada que vender. Considere usted también el hecho de que ni Cristo ni la salvación están para la venta. La salvación es un regalo.
La interpretación que propongo de esta parábola revela a Cristo como el mercader. Dejó Su hogar celestial en la gloria y vino a esta tierra para hallar una perla de gran precio. Halló a los pecadores perdidos, y murió por ellos derramando Su sangre preciosa. Vendió todo lo que tenía para comprarnos y para redimirnos para Dios. Porque para Dios las personas son importantes, son lo más valioso de su creación, y ni siquiera el pecado pudo devaluar la corona de la creación de Dios a tal punto que Dios optara por desecharla. El ser humano, las personas son la perla de gran precio.
¿Cómo trata usted a las perlas de gran precio que tiene alrededor? ¿Cuál es su compromiso con ellas?
Continuarà...
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