"Si no quieres perderte en el olvido tan pronto como estés muerto y enterrado,escribe cosas dignas de leerse, o mejor aún, haz cosas dignas de escribirse... - Benjamin Franklin


lunes, 16 de febrero de 2009

EL ARTE DE CALLAR

Muchas veces basta una mirada. Una mirada sostenida, los ojos sobre los ojos del otro.
Adivinar el significado de los brillos, leer el futuro inmediato más allá de la pupila.
Quieres decir muchas cosas, pero aguántate las ganas, aprieta los labios.
Permite que las ideas circulen pero que se queden adentro.
Alarga el espacio entre las preguntas y las respuestas.
Deja que los músculos se dibujen en el rostro.
Esperar una señal de alerta, forzar la respiración, jugar con las manos, lentamente,
cerca de la boca, pensar que el otro piensa. Analiza, espera.
La economía de las palabras,
Una virtud que no es exclusiva de las monjas de clausura.
Un juego que practican los que saben hacerse los locos.
Los que entienden que no todos los interrogantes merecen una frase.
Que la solución no siempre llega al abrir la boca.
¿Porqué decirlo todo?
¿Porqué no mantener en conserva una dosis de lo que se piensa?
¿Por qué no convertir en secreto algunas de las ideas que hacen su aparición sin previo aviso, al menos con la ilusión de que el tiempo las madure y las transforme
en ideas más duraderas?
¿Porqué no entender, de una vez que la boca jamás logrará ser tan rápida como el cerebro y que no todo lo que cruza por la mente puede convertirse en palabras ni lo merece?
Que también se puede hablar con el gesto?
Que el silencio a veces grita?
Se guarda silencio en los hospitales, en las salas de velatorios, en las sesiones solemnes, y en el consultorio odontológico.
Se guarda silencio por pudor, por respeto, por dolor,
por el dolor que es incapaz de convertirse en llanto,
o cuando el llanto se agota y agota al que llora.
También se guarda silencio por temor, cuando resbala un plato del gabinete de la cocina, y los que escuchan el estruendo imaginan lo peor.
Después de la agonía, del orgasmo, del choque, del disparo.

Habría que aprender a callar sin otro motivo que la propia voluntad,
Callar para escuchar
Callar para mirar
Callar para aprender
Callar para callar
Callar para convertir el silencio en cómplice
Para saber si el eco existe
Callar, porque no todo lo que nos conviene escuchar nos lo dicen al oído,
Con la intimidad de una confesión,
Con el volumen de un grito
Con el acento de las grandes revelaciones.
Callar para comprender que el silencio es el antifaz de los sonidos más hermosos
Habría que aprender a callar, y hacerse amigo del silencio
Para que no nos sorprenda en la tumba.


Fernando Quiroz.

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