Semillas de mostaza
FE, palabra corta, breve monosílaba, pero ¡qué gran palabra! Es infinitamente significativa, sencilla y compleja a la vez. La fe es la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve. Es creer plenamente en Dios, en su existencia, en su palabra y en sus promesas.
Sin fe es imposible agradar a Dios. Pero ¿Cuál es la fe que agrada a Dios? La fe genuina, la fe no fingida; no es religiosidad ritual. No es algo que se pone por fuera para ir a un templo y luego se quita durante la semana. Es algo real y práctico, es una confianza absoluta en Dios, que nos fortalece para enfrentar la vida. Si depositamos toda nuestra confianza en Dios, le veremos intervenir en nuestras vidas de una manera maravillosa.
Algunos han elegido no creer. Otros dudan, porque no están seguros; como todo ser humano, puedo dudar, pero he elegido ser creyente. La fe en Dios le ha dado sentido, dirección, propósito y significado a mi vida. Jesús dijo que con un poquito de fe, tan poquita como la dimensión de una semilla de mostaza, podríamos mover montañas. No es cuestion de cantidad, sino de calidad de fe.Si dejamos que la semilla de la fe germine en nuestros corazones y mentes, los montes de la duda se disipan, y esa fe empieza a crecer y a ser probada hasta convertirse en un valor personal más precioso que el oro.
Si aun dudas, el Señor te entiende. Jesús fue compasivo con Tomás, uno de sus discípulos, cuando éste pidió pruebas de su resurrección para creer. Muchos hombres y mujeres en la Biblia son nuestros referentes. Tuvieron momentos de flaqueza y debilidad, pero el Señor los exhortó, los ayudó, y luego les dio momentos de victoria. Creer nos vivifica, creer nos ennoblece, creer nos eleva a una dimensión de la vida que muchos ni entienden ni pueden disfrutar. Fe, extraordinario fruto y don de Dios.
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