El gozo, la alegría, es como la claridad del sol alumbrando cada experiencia en nuestra vida diaria. Es un verdadero tónico para el alma. Como dice el proverbio: “buen remedio es el corazón alegre, pero el ánimo triste resta energías”. Humanamente el optimismo es una actitud deseable, pero hay un gozo, el gozo profundo que va más allá de la alegría humana, es fruto del Espíritu Santo de Dios.
Si estás sobrecargado en estos días con muchos problemas y preocupaciones que opacan tu sonrisa, o peor aun, que te quitan el gozo del alma, ven enseguida al Señor, Él dijo: “Estas cosas os he hablado para que mi gozo esté en vosotros y vuestro gozo sea cumplido”. Jesús está hablando de un gozo fuerte y anclado en Dios que aliviará los más grandes pesares de la vida.
¿Cuál es el secreto entonces, de tener gozo aun en medio del sufrimiento? En una palabra es la perspectiva. Pablo decía: “porque esta leve tribulación momentánea produce en nosotros un cada vez más excelente eterno peso de gloria, no mirando nosotras las cosas que se ven, sino las que no se ven, pues las cosas que se ven son temporales, pero las que no se ven son eternas.” Cuando pensamos en el futuro—en la vida eterna que Dios nos ha prometido--, vemos que esta vida aquí en la tierra es solo una preparación para la vida futura allá en los cielos con el Señor.
¡Pero somos tan mortales! Tan anclados a la vida a esta tierra, que muy pocas veces pensamos en el futuro.
Entre tanto llega el futuro, cada día vivimos el gozo de nuestra relación personal con el Señor Jesucristo. Nuestro salvador nos extiende la mano y nos dice: “He aquí yo estoy a la puerta y llamo, si oyes mi voz, y abres la puerta, entraré y cenaré contigo” ¡imagínate! El Dios del universo cenando conmigo. ¡Què gozo! Me recuerda el deleite del rey David cuando le decía a Dios: “tú eres mi Señor, no hay para mi bien fuera de ti. Tú me colmas de bendiciones, mi vida está en tus manos, contigo a mi lado, nada me hará caer. Por eso, dentro de mí, mi corazón está lleno de alegría. Hay alegría en tu presencia, hay dicha eterna junto a ti”.
Si no tienes esta confianza, esta seguridad, el gozo de conocer a Dios de esta manera tan íntima, ven a él ahora, en este momento. El oirá tu súplica.
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