El acebiño, cuya fruta es venenosa.
Hay frutos cuyas semillas son venenosas, y causan indigestión o intoxican. Estudiosos entienden, que en el marco ecológico, esta es una defensa del vegetal para sobrevivir a los depredadores y conservar su especie. Hay gente que ha optado por no ser benigna, al parecer también como una forma de supervivencia en un ambiente hostil en donde prefieren ser victimarios y no víctimas. Pero hay otra opciòn de vida.
Ser benignos es ser inofensivos buenos, sanos en esencia, desde adentro. La benignidad es un amor refinado y se no se evidencia en lo que podamos dar o hacer, como obras de bien, sino en el trato que damos a los demás. Es sinónimo de amabilidad. El estrés de la vida postmoderna nos lleva a vivir irritados y a su vez esto puede llevarnos a hablarle mal a los demás, a ser impacientes, descorteses, y ásperos. Evidenciar entonces un carácter benigno, sin malicia, es un reto en estos tiempos, pero con la gracia de Dios podemos aprender a hacerlo.
Jesús es un gran ejemplo al respecto: Podemos ver su gentileza con los niños, con las mujeres, con los enfermos, con los hambrientos; Es el “Buen pastor”; con las ovejas es amable, las guía y cuida, venda sus heridas, busca las descarriadas, no las aplasta, sino que las acerca a Dios.
La amabilidad es un proceso de crecimiento. Que bueno sería si bastara con levantarse en la mañana y decir, “hoy, voy a ser amable”, pero aun las mejores intenciones fracasan cuando dependemos de nuestras propias fuerzas. Pablo dijo que la amabilidad era un fruto del Espíritu porque no puede crecer efectivamente sin el continuo trabajo del Espíritu en nuestras vidas. Como dijo el profeta: “ No será por la fuerza ni por ningún poder, sino por mi Espíritu dice el Señor Todopoderoso" (Zacarías 4:6). Si estamos dispuestos, Él nos capacitará a responder en amor y amabilidad y venceremos con el bien el mal.
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