Desde mi ventana puedo observar algunos árboles hermosos que están plantados en el área verde del edificio en que resido, hay un árbol de mango y uno de aguacate. La mata de mango está floreciendo en esta temporada y cuando la veo repleta de frutos, me llena de satisfacción pues es mi fruta favorita. Alimenta y a la vez el árbol en sí me impresiona con su belleza. Pero también hay otros árboles cerca de mí, cuyos frutos no son comestibles.
Hay una verdad espiritual asociada con esto: Jesucristo un día enseñó una lección muy importante: hablando de la gente mala y perversa, o sea de líderes falsos, y de la gente buena, o verdaderos líderes; él dijo: ustedes pueden reconocerlos por sus acciones, porque no se cosechan uvas de los espinos ni higos de los cardos. Así, todo árbol bueno da fruto bueno, pero el árbol malo da fruto malo. El árbol bueno no puede dar fruto malo ni el árbol malo puede dar fruto bueno.” Es un principio que nosotros podemos comprender.
El apóstol Pablo en la Biblia , sigue esta misma idea y describe las obras o el fruto de nuestra propia naturaleza humana y las obras o fruto de Cristo que mora en cada creyente. Pablo cita una lista bastante repugnante de las perversidades humanas, las cuales lamentablemente observamos en nuestra sociedad de hoy día: el menciona aquellos que cometen inmoralidades sexuales, hacen cosas impuras y viciosas, adoran ídolos y practican hechicería, mantienen odios, discordias y celos. Se enojan fácilmente, causan rivalidades, divisiones y partidismos, son envidiosos, borrachos, glotones y otras cosas parecidas.
Hoy no haremos comentarios sobre estos malos frutos, porque lo que nos interesa es la lista del fruto bueno.
Pablo cambia el panorama cuando dice: “En cambio, lo que el Espíritu produce es amor, gozo, paz, paciencia, amabilidad, bondad, fidelidad, humildad y dominio propio”. Estas palabras son como brisa fresca y pura después de pensar en aquellos frutos malos ¿no?
Yo quisiera considerar con usted algunas de estas cualidades que la Biblia llama el Fruto del Espíritu. ¿Qué son? ¿Cómo se manifiestan? ¿Cómo podemos cultivarlos? ¿Cómo ayudamos a los que salen de la oscuridad de una vida sin Cristo con malos hábitos y quieren reemplazarlos con nuevo fruto, fruto bueno y digno de nuestro maravilloso salvador? ¡Pensemos en eso!
– continuará.
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