Sí. Un niño limpiabotas usualmente anda en chancletas y con ropa raída. Pero sabe distinguir entre unos tenis “carabelita” y unos tenis de “Marca”.
Ayer, trotando de nuevo por las deprimidas calles de un barrio en Manoguayabo, visité a mi amiga Verónica Taveraz y su proyecto de vida “DALE DE COMER”.
Al mediodía fluyen los niños al local, se sientan a la mesa y reciben una ración deliciosa y digna de almuerzo, servida con amor, que para la mayoría de estos chicos, será su única comida del día. Dos veces a la semana también reciben “alimento espiritual” en el mismo lugar. Hay en agenda otros servicios como la alfabetización y las atenciones médicas.
Esta vez fui acompañada por Carelis, una amiga que también tiene mucho deseo de colaborar con los más necesitados. Verónica nos cuenta de sus luchas y retos, pero desborda convicción al demostrar cómo toda su familia está integrada en el propósito de cumplir con este llamado de Dios.
Estando allí, me quito los zapatos y pregunto cuánto me costará una limpiadita…”10 pesos” oigo a coro, pero una voz discordante dijo “15 pesos”. ¡Cómo! Reaccioné al de los 15 pesos… otro lo defiende diciendo “es que él es limpiabotas en Bàvaro”.
Se me acerca uno de ellos, toma mis zapatos y se va al patio a limpiarlos. Otro se me acerca y me pregunta si por donde yo vivo se consiguen tenis “converse” (a lo mejor piensa que vengo de Nueba Yol). Le digo que “a lo mejor si, habrìa que averiguar”.
Luego comentando esto con Verónica, ella me refiere que algunos de estos niños han ahorrado cada centavo que ganan como limpiabotas, para gastarlo en unos costosos zapatos tenis, que al poco tiempo pierden cuando cualquier delincuente lo intercepta en la calle y se los quita. Dura poco la gratificación.
¿Cómo es posible que un humilde niño, huérfano, harapiento, desnutrido y olvidado de la gracia de la sociedad tenga como única meta lucir al menos una sola vez unos costosos y prestigiosos zapatos tenis? Ha de ser por la sensación de sentirse distinto y superior, tomarse una “capsulita” que mitigue su instintiva sed de importancia.
Esa realidad me hizo pensar en el EFECTO DEMOSTRACION, un concepto definido en mercadotecnia, del que nuestra cultura, obviamente es un vivo modelo: pretender, aspirar o hacer más de lo posible por vivir por encima de nuestro real poder adquisitivo. Casi nadie mira más abajo para elegir su modo de vida, sino al estrato superior.
Verónica sabe que su misión con estos niños no es una carrera de velocidad, sino de resistencia. No me quedó más que alentarla con la frase del Eclesiastés: “Echa tu pan sobre las aguas, porque después de muuuuchos días, lo hallarás”.
Ayer, trotando de nuevo por las deprimidas calles de un barrio en Manoguayabo, visité a mi amiga Verónica Taveraz y su proyecto de vida “DALE DE COMER”.
Al mediodía fluyen los niños al local, se sientan a la mesa y reciben una ración deliciosa y digna de almuerzo, servida con amor, que para la mayoría de estos chicos, será su única comida del día. Dos veces a la semana también reciben “alimento espiritual” en el mismo lugar. Hay en agenda otros servicios como la alfabetización y las atenciones médicas.
Esta vez fui acompañada por Carelis, una amiga que también tiene mucho deseo de colaborar con los más necesitados. Verónica nos cuenta de sus luchas y retos, pero desborda convicción al demostrar cómo toda su familia está integrada en el propósito de cumplir con este llamado de Dios.
Estando allí, me quito los zapatos y pregunto cuánto me costará una limpiadita…”10 pesos” oigo a coro, pero una voz discordante dijo “15 pesos”. ¡Cómo! Reaccioné al de los 15 pesos… otro lo defiende diciendo “es que él es limpiabotas en Bàvaro”.
Se me acerca uno de ellos, toma mis zapatos y se va al patio a limpiarlos. Otro se me acerca y me pregunta si por donde yo vivo se consiguen tenis “converse” (a lo mejor piensa que vengo de Nueba Yol). Le digo que “a lo mejor si, habrìa que averiguar”.
Luego comentando esto con Verónica, ella me refiere que algunos de estos niños han ahorrado cada centavo que ganan como limpiabotas, para gastarlo en unos costosos zapatos tenis, que al poco tiempo pierden cuando cualquier delincuente lo intercepta en la calle y se los quita. Dura poco la gratificación.
¿Cómo es posible que un humilde niño, huérfano, harapiento, desnutrido y olvidado de la gracia de la sociedad tenga como única meta lucir al menos una sola vez unos costosos y prestigiosos zapatos tenis? Ha de ser por la sensación de sentirse distinto y superior, tomarse una “capsulita” que mitigue su instintiva sed de importancia.
Esa realidad me hizo pensar en el EFECTO DEMOSTRACION, un concepto definido en mercadotecnia, del que nuestra cultura, obviamente es un vivo modelo: pretender, aspirar o hacer más de lo posible por vivir por encima de nuestro real poder adquisitivo. Casi nadie mira más abajo para elegir su modo de vida, sino al estrato superior.
Verónica sabe que su misión con estos niños no es una carrera de velocidad, sino de resistencia. No me quedó más que alentarla con la frase del Eclesiastés: “Echa tu pan sobre las aguas, porque después de muuuuchos días, lo hallarás”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Sus comentarios son bienvenidos!