Brasil es rico en belleza natural – oro, piedras preciosas, madera, animales, bosques y caídas de agua- como también diversidad cultural. Desde que el mundo de afuera descubrió a Brasil, todo tipo de gente lo ha hecho su hogar: reyes, esclavos, Jesuitas, hechiceras, brujos y asesinos. Subsecuentemente, las riquezas naturales de Brasil y su gente han sido explotados. Las madres nativas (mujeres indias) en un tiempo eran cambiadas por mercancías o enseres, así llegando a ser esclavas y hasta el día de hoy consideradas mujeres de poco valor. La corrupción y la violencia penetraron a la sociedad brasilera.
Esta cultura de la violencia anima a la explotación de muchas mujeres brasileñas. La corrupción alimenta a la cultura sexual que esclaviza a estas mujeres ya sean jóvenes, adultas, ricas o pobres. La retorcida predisposición mental y la falta de respeto por las mujeres afecta la manera en que ellas son vistas y tratadas. Mientras que el mundo aplaude su belleza, ellas son vistas como meramente carne en vez de la creación especial de Dios quien las ama.
El trato a las mujeres como objetos o posesiones es evidente en el enorme número de casos de violencia doméstica en Brasil. El 70 por ciento de la violencia reportada en Brasil sucede en los hogares. El agresor es por lo general un allegado corriente o cercano. Cada siete horas una niña de entre 7 y 14 años sufre de abuso. En San Pablo, cada siete minutos una mujer es golpeada, pero raramente contará su historia debido a la vergüenza que siente.
Desde 2002, el programa Mujeres de Esperanza del Proyecto Ana en Portugués ha dado consuelo a las mujeres brasileñas que sufren por las dificultades que les rodean. Este programa les da las verdades fundamentales cristianas sobre las cuales construir sus vidas. Proyecto Ana se dirige a las mujeres y las inspira para que acepten que son especiales para Dios y dignas de respeto.
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