CIRUJIA (¡PINZAS!, ¡TIJERAS!, ¡BISTURI!)

Las únicas operaciones médicas a las que he tenido que someterme han sido dentales y de amígdalas, que aunque catalogadas de menores, para llegar hasta ese punto hay una serie de exámenes preliminares que son prerrequisitos para estar en condiciones de ser intervenido. Muchos le temen al bisturí, y solo acceden a someterse a él cuando no hay alternativa. Muchos últimamente, esperanzados en mejorar su aspecto físico, recurren a la cirugía estética.
Pero me pregunto: ¿Con qué frecuencia le permitimos a Dios hacer una cirugía mayor en nuestro espíritu, mientras Su Santo Espíritu usa la Palabra (espada de dos filos) para animarnos, juzgarnos, convencernos, motivarnos, instruirnos e inspirarnos? Con tan gran herramienta lista y a mano para la mayoría de nosotros, no deberíamos dejar pasar ni un día sin permitir a Dios usar su Palabra en nuestros corazones.

Necesitamos que la voluntad de Dios sea el deseo de nuestro corazón, y para ello debemos ser “operados” consistentemente por su Palabra revelada. El bisturí de Dios irá cortando todo orgullo, rebeldía, malos pensamientos y todo los que nos daña o nos hace dañar a otros, a la vez que irá sanando y restaurando nuestro interior, fortaleciéndolo cada vez más. Dios quiere que nuestra vida completa esté regulada por su Santa Palabra. Permitamos que los fundamentos de la Biblia se manifiesten en nuestro trabajo, en la familia, en el centro de estudio, y en todos los demás escenarios donde nos relacionamos.
Y si no has aceptado a Cristo, te toca primero una “cirugía de corazón abierto”. Deja que la Palabra de Dios entre a tu corazón; es cuestión de vida o muerte.

Señor: ¡que tu Palabra transforme nuestras vidas!