La más positiva de todas las actitudes es el amor. Es la actitud de Dios hacia nosotros. Esta actitud de amor debe mostrarse primero hacia Dios, con todo nuestro ser, espíritu, alma y cuerpo. ¿Es esa la forma en que le amamos? ¿Tanto que le damos prioridad más que a todo lo demás en nuestra vida?
A veces percibo que Dios me pregunta como Jesús a Pedro: “Georgina, ¿me amas?” Y yo afirmo que sí, con vehemencia, pero hay momentos en que ocurren cosas que parecen ser la oportunidad para demostrar con acciones lo que me apresuro a decir con los labios.
¿Qué es amar?
Como la fe, el amor es un don de Dios. El amor Cristiano se ensancha más allá de las fronteras habituales de la familia, amigos, hermanos en la fe, y alcanza al mundo y a… ¡nuestros enemigos! No es una emoción, pero sí una decisión, un esfuerzo consciente, un principio que deliberadamente escogemos.
Jesús dijo: [1] “Amen a sus enemigos y oren por quienes los persiguen. Si ustedes aman solo a quienes los aman, ¿qué recompensa recibirán? Y si saludan a sus hermanos solamente, ¿qué demás hacen ustedes? Por tanto, sean perfectos, así como su padre celestial es perfecto”.
Seguro te ha pasado alguna vez, que como creyente te has sentido mal emocionalmente por ser incapaz de amar a alguna persona en particular. Y la verdad uno no quisiera tener malos sentimientos hacia nadie, pero esto repentinamente nos puede ocurrir.¡Hay personas que a mí no me gustan! Pero Dios no está pidiéndome que me gusten todas las personas, sino que las ame.
El Escritor Keith Miller trata de Explicar esto:
“…recordemos a Cristo dándose a sí mismo. Pienso en la escena del Getsemanì[2]. Jesús se aproxima al evento que cambiaría la concepción del mundo respecto al amor. Allí Jesús demuestra que el amor trasciende a las emociones personales. Jesús considera por un momento la posibilidad de evitar la cruz, y su batalla espiritual fue tan intensa que sudó sangre. El amor de Jesús fue expresado en su decisión de obedecer la voluntad del padre, no en su sentimiento de angustia ante el precio que debía pagar.
En ese sentido, entonces, al recorrer las escrituras podemos hallar que los mayores actos de amor estuvieron acompañados de circunstancias que deben haber sido poco placenteras o desagradables para los creyentes.
Entonces aquí entran las actitudes. No podemos decidir què sentimos por otros, pero podemos controlar nuestras acciones hacia ellos. En el momento en que decidimos obviar las malas actitudes y actuar propiamente, los sentimientos de amor fluirán.
Continuarà…