Hoy amanecí con abuelitis aguda un síndrome producto de las atenciones, afecto e influencia que he recibido y recibo de ciertas personas de cabellos blancos y manos arrugadas.
Doña Carmen, a los 80 y tantos años, aspira llegar a 100. Confiesa que ha vivido y añade, “el plan es llegar a cien y después hablamos” Sentarme a hablar con ella es sumergirme en un mundo de riquísimas anécdotas. Con todo y sus achaques, conserva una personalidad fuerte, vibrante y luce siempre glamorosa. (When I grow up I wanna be her).
Doña Yiya, viene de su pueblo natal a sus citas médicas en la capital; con mil achaques, pero llega al templo el domingo y se me echa al cuello, “¡Cuànto oro por ti!” me dice abrazándome con un entusiasmo único, propio de ella.
Don Gruger (perdòn, el abuelisssimo), es más que un mundo, es una galaxia, entre música, poemas, historias, cuentos de gatos, perros, avecillas, nietos y mucho humor. Soy un alma privilegiada de que me haya tomado cariño.
Alan Bachmann, (sí tengo un abuelo gringo-alemán-brasilero). Sobre él tengo material para el guión de una serie de películas. ¡Cuánta riqueza en una sola persona! No tengo idea, lo sabremos más allá, de cuántas vidas él ha influenciado en la medida que lo ha hecho en la mía.
Jhon Appleton, ya no está, pero cuando llegaba yo al templo en San Pedro de Macorís, mi primera cita era sentarme a su lado y hablar en Ingles. Ciego ya, saltaba de alegría cuando reconocía mi voz. El me escuchaba en cada programa transmitido por Radio trans Mundial; era capaz de comentarme hasta el tema y los detalles del día anterior. Podía hacer el programa sabiendo que contaba al menos con un oyente fiel.
La cara de Don Julio Franco la tengo grabada en el alma, sus incontables arrugas se disipaban con aquella sonrisa angelical; La intimidad con Dios de este noble hombre de oración aun me inspira. Creo que cual Moisés cuando bajaba del monte de Dios, podía ver el resplandor de la gloria del altísimo en su tierna expresión.
Vivimos en una cultura que reverencia la juventud y hoy las canas son peor que la lepra para los que se resisten a contar sus días. Cada vez màs ignoramos a nuestros abuelos. La cultura norteamericana arroja a sus envejecientes en villas de retiro, lejos de sus nietos y no saben lo se que pierden.
Las cosas que podemos aprender de nuestros abuelos son ilimitadas. Ellos han vivido etapas irrepetibles de la historia, y tienen experiencias de vida que nos pueden ser de gran valor mientras lidiamos con la vida agitada de esta generación. El consejo de los mayores es parte de mi mejor tesoro. Les tengo, ciertamente, algo de devoción a mis abuelos y abuelas. Me siento respaldada por su afecto, por sus oraciones. “Sacarles el jugo" me ha ayudado a evitar muchos errores, a mantenerme centrada, juiciosa y bien encaminada. Gloria a Dios por cada uno de ellos.
“El justo florecerá como la palmera, crecerá como cedro en el Líbano; plantados en la casa del Señor, florecerán en los atrios de nuestro Dios. Aun en la vejez darán fruto; estarán vigorosos y verdes, para anunciar cuán recto es el Señor, mi roca, y que no hay injusticia en él.” Salmo 92: 12-15
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