Con más de 15 años conduciendo en el selvático y estresante tránsito de la ciudad de Santo Domingo, vivía con la satisfacción de haber tenido una sola multa, a mi entender injusta, pero impuesta por un impenetrable agente de Amet, (Autoridad metropolitana del Transporte) en los días aquellos en que retenían la licencia. Esa vez crucé un semáforo en “anaranjado” (color que dura fracciones de segundo entre el amarillo y el rojo). Fui a mi cita en el tribunal de Tránsito, donde había una fila para damas bastante corta, cosa que agradecí a Dios al ver aquella significativa cola de hombres machos masculinos infractores de la ley de tránsito, que suelen decir que las mujeres manejamos mal. Algunos estaban allí, no solo por la multa, sino por enfrentar al agente, con la menos inocente de las prosaicas expresiones: haberle recordado a la autoridad que tiene una madre...
Pero siempre hay un día que a uno se le ocurre hacer una “dominicanada”. Tenía que recoger a mi hermana que llegaba a la ciudad y el tránsito de ese “Miércoles Santo” estaba congestionado. Yo estaba a un minuto de la salida de la estación de autobuses, así que coordiné por teléfono que mi hermana saliera y abordara el auto en la calle, donde estaba yo atrapada en el tapón. Pero en eso, cambió la luz, los autos se empezaron a mover y vi a mi hermana aproximarse al auto. Puse la señal de “parking” y no me moví. Ingenuamente, creí que todo estaría bien. Solo que, de la nada, antes de que mi hermana llegara al auto, ya tenía a un agente de Amet al lado.
--“¡Hey! ¿Usted no ve que está obstruyendo el tránsito? ¿No me vio que le hice señas para que circule? Déme la licencia…”
Todo lo dijo con brusquedad y urgencia… yo me turbé un poco, porque en realidad solo habían pasado unos segundos desde que cambió la luz y a él no lo vi antes de tenerlo al lado del auto. Entonces puse atención a mi hermana que ya abordaba el carro. Pedí excusas al oficial, y le dije que ya me iba a mover. ¡Tarde! Entonces reiteró “Le dije que me diera la licencia ¿O es que no tiene?” La busqué y se la entregué. Se tomó su tiempo para llenar el acta de la infracción, la cual me entregó sin mediar una palabra más. Seguimos nuestro camino.
Un hora más tarde también me detuvo un contingente policial a la entrada de San Pedro de Macorís; buscaban armas y autos robados, entre otras cosas. Me pidieron abrir el baúl del auto. Menos mal que no llevaba el cadáver del oficial de Amet allí (La Biblia lo dice que los crímenes se cometen en el corazón).
La cita en el tribual fue este sábado 10 de abril; ir a la oficina del fiscalizador me costó un paso en falso en un peldaño de su oficina que aun me duele. El fiscalizador ya está acostumbrado a que la gente se queje de ese escalón, creo que es parte del castigo. También me preguntó si iba a apelar, le respondí “No, ¿Por qué iba a apelar si SOY CULPABLE?”. El hombre tuvo que reírse. Llenó el formulario con el cargo de mil pesos que pagué luego de hacer otra fila de una hora en el banco.
Los minutos que creí ahorrarme aquel “santo” miércoles, me costaron tiempo, dolor en el tobillo y dolor en el bolsillo ($).
Linda historias. Esta la suerte de la vida vivir en Santo Domingo.
ResponderEliminarBienvenida al mundo de los indignados que han comprobado que su seriedad y decencia son como trapo de inmundicia para los SIEMPRE TIENEN LA RAZON (AMET)Razonar no es nunca una alternativa, recordarte que Trujillo sigue vivo, si.
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